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Viernes, 09 Febrero 2018
ISHIR

Vivir y celebrar el carnaval

Sandra Fernandez Sandra Fernandez

Festejo caracterizado por la participación social, la inversión de roles y el disfrute, una reflexión sobre el carnaval desde la mirada de la investigadora del CONICET Sandra Fernández. 

“La Historia Social y en particular los estudios culturales se han preocupado por analizar el carnaval”, afirma Sandra Fernández, investigadora independiente del CONICET, que se desempeña en el instituto de Investigaciones Socio-Históricas Regionales (ISHIR, CONICET-UNR). “Dentro de la historiografía argentina es un tema de investigación que se ha transitado, en particular por el estímulo que significó el artículo señero  “La larga batalla por el carnaval. La cuestión del orden social, urbano y laboral en el Rosario del siglo XIX” publicado en 1990, y el posterior “Rituales, fiestas y poder: Una aproximación historiográfica a un debate sobre su pasado y su presente” de Ricardo Falcón  (1945-2010), quien fue investigador del CONICET” indica Fernández.

Con respecto a la continuidad del festejo del carnaval a lo largo de la historia argentina, la investigadora acentúa: “El carnaval está y estuvo profundamente arraigado en las prácticas festivas de la sociedad, sin embargo, la celebración que lo distingue sufrió transformaciones. Por ejemplo en Argentina, el lunes y el martes de carnaval fueron feriados hasta que la última dictadura militar lo quitó del calendario, y recién en 2011 se lo volvió a instalar. Este quiebre de treinta años sin este feriado no es una cuestión menor, tiene que ver con una política desarrollada por parte del Estado, habla de lo que significa el carnaval como una práctica social irreverente, como una forma de resistencia a partir de lo burlesco” señala Fernández,

Caracterizar la fiesta

El carnaval es una fiesta establecida dentro del calendario de la iglesia católica, que coincide con el inicio de la abstinencia o la penitencia de cuaresma y se ubica previo a Semana Santa, por eso las fechas nunca son idénticas. “Hay quienes sitúan al origen del carnaval como la recuperación de las fiestas greco latinas, fiestas saturnales, otros analizan cómo se resignifica el carnaval durante la Edad Media, pero también se lo ha estudiado intensamente en la contemporaneidad. Esta celebración tuvo su máximo apogeo en el Renacimiento y siempre se trató de una fiesta popular y profana, que tiene sus particularidades según el espacio y tiempo del que se trate” señala Fernández.

Entre los elementos que tienen que estar presentes para que el carnaval sea considerado una celebración con rituales y simbología, la historiadora destaca la participación de la comunidad y la inversión de los roles, es decir, durante los días de carnaval está permitido invertir los lugares, poner entre paréntesis las categorías sociales. También se destacan como rasgos del carnaval la  burla, en el carnaval está permitido burlarse del otro no solamente a través de la máscara sino también mediante las expresiones de la danza, el teatro, la dramatización. “Otra característica es el énfasis en los sentidos: la fiesta de carnaval es para beber, para comer, para bailar, en exceso, es profundamente sensual, erótica. Por eso, también muchas de las críticas hacia el carnaval tienen que ver con que se la acusa de ser una fiesta lujuriosa, transgresora, que explora límites sociales” cuenta Fernández.

Sociabilidad de estructuras libres

“El carnaval puede pensarse como una expresión de sociabilidad informal, que no responde a normativas, donde los miembros de la sociedad se interrelacionan en un clima festivo y transgresor. El investigador francés Maurice Agulhon conceptualizó de manera sólida esta problemática, y se concentró en utilizarla como una herramienta fundamental para comprender e interpretar los vínculos relacionales entre los sujetos. En sus investigaciones  diferenció las sociabilidades formales e informales, buscó ordenar interpretaciones muy variadas que iban desde las expresiones de una sociabilidad institucionalizada (asociaciones), en muchos casos instrumentada por el Estado liberal, hasta situaciones de agrupamiento informal como las reuniones en cafés y tabernas, los paseos públicos, prácticas de ocio y recreo, fiestas, y entre ellas por supuesto el carnaval” indica Fernández.

Maurice Agulhon comienza estudiando a los sectores burgueses y luego, aplicando un método etnográfico,  se dedica al análisis de los sectores obreros y campesinos, y allí adquiere mucha relevancia el estudio de la sociabilidad informal que le permite explorar cómo se producía esa forma de relación social. “Las sociabilidades informales son muy importante en algunas líneas del análisis político, porque en muchos casos se convierten en el resorte fundamental de organizaciones posteriores políticas, de resistencia, de organización gremial. ¿Cómo se forma un club de barrio, por ejemplo? Bueno, tiene que ver con estas prácticas informales previas que le otorgan un nicho de crecimiento a la formalización de esa sociabilidad asociativa posterior” acentúa la investigadora.

Límites y control

Si bien el carnaval es un festejo en el que se permite el exceso, en el que se puede subvertir el orden establecido, Fernández indica que estudiar el carnaval permite también comprender cómo se intenta encausarlo, y al respecto explica “El carnaval se limita a los días designados, no se puede avanzar más allá, y esto no es casualidad, ya que el miércoles de ceniza impone una ruptura: después del exceso viene la austeridad, la penitencia y también el control. Por un lado se establece el lapso determinado e inviolable del carnaval y por otro lado se contempla que la fiesta se pueda trasladar a todos los espacios”.

“Lo interesante de este punto es que los trabajos desde la historia establecen una diferenciación entre gestores, actores y espectadores de las fiestas de carnaval, no es lo mismo organizar la fiesta, participar activamente, que sentarse en una tribuna para ver pasar a comparsas y carrozas” advierte Fernandez.

El investigador del CONICET Diego Roldan investigó las primeras décadas del siglo XX en Rosario, y fue observando cómo el Estado municipal cuidaba que el carnaval no se le salga de control, organizaba el corso y le asignaba un espacio circunscripto. Al respecto, Fernandez indica “Esto tiene que ver con el ejercicio de que el carnaval no se debe descontrolar porque esta actividad también es un efecto de resistencia, de oposición al poder”.

Transformaciones

 “¿Qué significa el carnaval para nuestro presente?” pregunta Fernández, y añade “Ese carnaval que transitamos cuando éramos niños, con juegos de agua y murguitas de niños por ejemplo, esas prácticas fueron esporádicas en los años ´90 y se perdieron en el nuevo milenio. ¿Por qué sucedió esto? Además del corte que impuso la dictadura, también incidieron las transformaciones que se han dado en el seno de la sociedad civil y las formas en las que esa sociedad en el presente elige participar. “También influye  cómo se considera al otro, porque con esta lógica de un profundo individualismo que nos recorre, las concepciones de la otredad son muy complejas, y el otro no es un par, sino en un muchos casos es alguien, no digo enemigo, pero si sospechoso, y el carnaval exige que eso se relaje, se deje a un lado, que se viva la fiesta en co-presencia” subraya la investigadora.

“El carnaval implica que uno asuma una acción, que se anime a disfrazarse, en una sociedad donde se rinde culto a la imagen, en donde el disfraz propone no solo el ocultamiento sino también convertirte en un ser grotesco y permite que el otro se ría, habilita a la burla, que es también la burla del poder. ¿Estamos dispuestos a eso?” pregunta Fernández. Al respecto, comparte una frase del crítico literario Mijail Bajtin, citadada en el artículo de Falcón: “El carnaval no se contempla ni tampoco se actúa, recordemos, sino que se vive en él. Pero esta vida tiene leyes y dura mientras ellas estén vigentes, es decir mientras no se extinga la vida carnavalesca. Esa vida no es la normal, sino que es una anormalidad, una vida desviada, una vida al revés”. Para concluir, Sandra Fernández invita a reflexionar sobre cómo hoy como sociedad vivimos el carnaval, o de qué modo estamos dispuestos a vivirlo.

Por Ana Paradiso
CONICET Rosario