Hay quienes consideran que la muerte es un tema tabú. No es el caso de la investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) Laura Panizo, que trabaja sobre una pregunta tan incómoda como necesaria en torno a la muerte; ¿de qué manera se procesa la pérdida de un familiar del que no se tiene un cuerpo ni sabe cuándo ni cómo falleció ? Primero se centró en el caso de los desaparecidos del terrorismo de Estado, y luego en el de los caídos en la Guerra de Malvinas. “Como desde 2017 se implementó el Plan Proyecto Humanitario Malvinas, gracias al que ya se identificaron los restos de 110 soldados que estaban enterrados sin identificación en el Cementerio de Darwin en las Islas, estamos en pleno proceso de transformación de la memoria respecto a Malvinas”, advierte con todo el bagaje de sus investigaciones a cuestas.
Panizo se refiere al Plan Proyecto Humanitario Malvinas, un acuerdo entre los gobiernos de Argentina y Gran Bretaña mediado por la Cruz Roja Internacional que se puso en marcha en 2017 aunque sus inicios fueron en 2012, luego de la solicitud del gobierno argentino a la Cruz Roja Internacional para que, en su facultad de intermediario, pudiera ayudar a identificar a los 122 soldados caídos que fueron sepultados bajo lápidas con la inscripción “soldado argentino solo conocido por Dios”. Fueron los ex combatientes del CECIM (Centro Ex Combatientes Islas Malvinas de La Plata), junto con ex combatientes y familiares del Chaco, quienes legitimaron su reclamo sobre las identificaciones en el año 2011 a partir de un pedido judicial de recurso de amparo aludiendo al Derecho por la Verdad e Identidad. Gracias a este Plan, ya se identificaron los restos de 110 soldados argentinos enterrados en el cementerio de Darwin. Para esa tarea –que es llevada a cabo por el Equipo Argentino de Antropología Forense-, fue necesario contar con muestras de ADN, que fueron tomadas entre marzo y diciembre de 2017 con el consentimiento de los familiares.
“El tema de las identificaciones es muy significativo en el caso de Malvinas”, asegura Panizo. Como antropóloga, se especializó en el campo de la antropología de la muerte, que intenta dar cuenta de las distintas maneras en las que “los vivos” se vinculan con “los muertos”. Esta rama entiende a la muerte como un proceso social que consta de diferentes etapas con sus respectivas prácticas y rituales, en las que el nexo entre vivos y muertos juega un papel fundamental. Lo que pretende es dar cuenta de esas etapas, rituales y procesos que atraviesa el individuo cuando fallece un ser querido y qué relación van estableciendo las personas con el muerto.
“Cuando uno se enfrenta a la muerte hablamos del duelo y del luto al mismo tiempo: el duelo tiene que ver con lo intrapsíquico y el luto tiene que ver con las prácticas sociales”, explica Panizo. Su foco como investigadora está puesto en las llamadas muertes extraordinarias: “Son las muertes que no se pueden enfrentar a través de los rituales tradicionales –explica-, que impactan muy fuerte en la vida cotidiana produciendo un quiebre. Lo que me interesó saber fue qué pasa cuando justamente no hay un cuerpo y los rituales tradicionales son obstaculizados. Porque uno puede tener un entendimiento de lo que pudo haber sucedido, pero la falta de cuerpo no permite un enfrentamiento claro, y en muchos casos no posibilita que los muertos y los deudos terminen con el proceso social que implica la muerte, en el que se produce una despedida y una separación significativa”.
La muerte y la brújula
El puntapié para sus investigaciones lo dio en su tesis de licenciatura en Antropología, en la que indagó la manera en la que un grupo de familiares había procesado la desaparición de sus seres queridos. “Cuando trabajé el tema de los desaparecidos hice pie en el concepto de `muerte desatendida` -recuerda-, que tiene que ver con que en esos casos no hay un muerto al que se le pueda rendir culto, y no hay prácticas rituales que puedan brindar atención a los deudos. Es una muerte a la que no se le presta atención ritual, que no está socialmente reconocida ni legitimada, y no tiene vínculo con la posibilidad de enfrentarse a la muerte de una manera clara, con el reconocimiento y el apoyo social y simbólico que puede dar gran parte de la sociedad. En este sentido, muchas familias que no tenían la posibilidad de recuperar el cuerpo de su ser querido, se enfrentaban a esta muerte: primero buscaban el cuerpo con vida, y después de mucho tiempo la búsqueda pasaba a ser la búsqueda de un cuerpo. El enfrentamiento tenía que ver con una muerte que no era atendida ritual y socialmente”.
Más adelante, en 2005, cuando inició su posdoctorado se encontró con que estaban filmaba la película Iluminados por el Fuego del realizador Tristán Bauer -que narra las experiencias de un ex combatiente de Malvinas-. En ese contexto, se interesó en comparar los resultados de su indagación en familias de desaparecidos con un grupo de familiares de ex combatientes de Malvinas. Panizo supuso y planteó como hipótesis que las experiencias entre ambos grupos serían similares. Estudió los familiares de caídos que están nucleados en la Comisión de Familiares de Caídos de Malvinas de Capital Federal y los familiares de desaparecidos del Organismo Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. El trabajo de campo le fue revelando que tenían distintas formas de enfrentar y procesar la muerte a pesar de la característica en común de la ausencia del cuerpo: “Encontré que si bien hay una ruptura grande y una modificación en cómo los familiares enfrentan a la muerte, y no se producen los rituales socialmente establecidos, en los familiares de caídos en Malvinas que yo trabajé había un reconocimiento claro a la muerte y una muerte atendida socialmente y por parte del familiar también”, indica.
La investigadora se encontró que entre los familiares de caídos había numerosos rituales, prácticas simbólicas y de luto, que sucedían para darle lugar al muerto: las misas del 2 de abril con ofrendas florales a los caídos, las marchas mortuorias, las peregrinaciones que los familiares hicieron con la virgen de Luján por todas las provincias, que llevaron a Malvinas y a distintos lugares de Argentina para luego entronar la imagen de la virgen en el cementerio de Darwin. “La inauguración y el desplazamiento de bustos también actuaron como símbolos muy importantes para dar cuenta del hecho del fallecimiento y de la situación que los familiares estaban atravesando”, agrega. “También son importantes los grupos de ex combatientes y familiares, que cumplen un lugar de contención muy importante, en donde se crea su marco simbólico de interpretación para poder dar sentido a la guerra y a la muerte en la guerra”.
En muchos casos estudiados por Panizo, incluso, el caído pasó a ser una especie de héroe nacional santificado: un patriota ligado a la idea de sacrificio y de responsabilidad ciudadana. Algo que le llamó la atención fue el hecho de que muchos familiares tuvieran altares domésticos: pequeños espacios sagrados dispuestos alrededor de la foto del caído, y al cual se le adjuntaban otros símbolos -muchos provenientes de las Islas Malvinas-, como tierra, turba u objetos relacionados con la guerra. “A través de esos rituales, vi que se establece algún tipo de conexión con los héroes. Los héroes por parte de estos familiares sufrieron una especie de sacralización a través de los años. Son hombres que pasaron de ser hombres a ser héroes, y de héroes a santos, por parte de los familiares. Es un proceso de sacralización con un papel muy activo en la vida cotidiana, lo que les permite habilitar un espacio de conexión con el caído frente a una muerte extraordinaria, compleja, que desestructura”.
En los últimos años, la muerte para los familiares de ex combatientes de Malvinas sufrió un nuevo cambio, al realizarse las exhumaciones en el cementerio de Darwin, facilitadas a partir de 2017. Para la antropóloga, “las exhumaciones y las identificaciones facilitadas por el Plan Humanitario jugaron un rol fundamental. Por mucho tiempo los familiares se negaron a contribuir para que sucedan, fue una disputa importante en la arena pública y en los últimos años cambiaron de idea. Ellos habían estructurado su vida en función de un tipo de relación con sus muertos a través de prácticas alrededor del cuerpo ausente. Que el cuerpo vuelva y se recupere, implica desestructurar la estantería que los mantenía. Es un proceso que se vuelve a abrir y que genera miedos, dudas, contradicciones. Pero las exhumaciones fueron importantes porque vinieron, en muchos casos, con objetos de los caídos, además de lo que implica la recuperación del cuerpo, y el conocimiento del motivo de muerte. Cuando se encuentra el cuerpo, y se llenan vacíos, el ritual de la muerte se cierra, se completa hasta la historia de cómo falleció, que viene de la mano con las exhumaciones. Por eso digo que el tema de las identificaciones en la Guerra de Malvinas es muy significativo –concluye-. La sociedad argentina recupera parte de su pasado reciente y los familiares y ex combatientes recuperan parte de su historia de vida, reestructurando las relaciones con sus muertos (ya sea entre familiares como entre caídos y sus compañeros en el campo de batalla) en el marco de un proceso de transformación de esta memoria respecto a Malvinas”.
Por Cintia Kemelmajer
CONICET Sede Central