A partir del fallecimiento del papa Francisco surgió la necesidad de contar con una nueva cabeza de la Iglesia Católica. El miércoles 7 de mayo comenzó el Cónclave 2025, reunión a puertas cerradas en las que los cardenales debatieron y eligieron mediante votación al sucesor de Francisco I, quien falleció el lunes 21 de abril a la madrugada, a los 88 años de edad. Luego de dos días de votaciones, finalmente la chimenea colocada en la Capilla Sixtina emitió el humo blanco que comunicaba lo esperado: el nuevo papa. En el segundo día de votación fue designado Robert Francis Prevost y eligió llamarse León XIV
El historiador Diego Mauro (ISHIR, CONICET-UNR) -especialista en historia social y política del catolicismo, quien estudia el recorrido del Papado desde su creación- indica que, en primer lugar, un cónclave es una reunión celebrada a puertas cerradas por el Colegio Cardenalicio de la Iglesia católica para llevar a cabo las votaciones correspondientes a la elección de una nueva cabeza en la Iglesia católica. Esta reunión puede durar un par de días, pero nunca superó los cinco días en el período contemporáneo. La elección de Francisco I se desarrolló en un día y medio y el caso más extenso fue el de Benedicto XV en el año 1914, que se extendió por cinco días” explica Mauro y señala que la elección de León XIV tras cinco votaciones en dos días se cuenta entre las más rápidas.
A votar
“De los 133 cardenales que votan, 108, fueron nombrados por el papa Francisco. Esto se suele interpretar como un signo de que el próximo papa seguirá su misma línea teológica. Pero no es tan simple, porque, por un lado, no todos los nombramientos dependen solo del papa y por otro, porque Francisco intentó no romper del todo los equilibrios internos, buscando mantener cierta armonía entre los distintos sectores de la Iglesia. Para él, la unidad siempre ha sido clave, en este sentido repitió muchas veces: la unidad es superior al conflicto”, explica Mauro.
Por otro lado, el cónclave no funciona con las reglas de una democracia representativa y los cardenales no votan solo pensando en cuestiones políticas. Se forman grupos según afinidades teológicas, doctrinales o ideológicas, pero esos alineamientos no deben pensarse como los de un parlamento o un sistema de partidos, porque la historia del cónclave es anterior a la de la democracia representativa moderna. Además, a veces se pierde de vista que el catolicismo es una religión y esa dimensión es fundamental. Los cardenales, al menos en buena medida, son personas de fe. Tenemos que creerles que creen. Para ellos, como para los católicos, en el cónclave interviene el Espíritu Santo. No en el sentido de determinar la voluntad de los cardenales sino como una fuente de inspiración que, en todo caso, cada uno de los presentes puede seguir o no. Por supuesto, esto no impide que al mismo tiempo se impongan posturas políticas concretas y apelen a muchas de las tácticas habituales en la vida política. Pero no tenemos que ver una contradicción en esto. En todo caso, la contradicción es un resultado de la aplicación de categorías secularizadas a un fenómeno que, en buena medida, escapa a ellas.
En el cónclave los cardenales se aíslan y tienen permitido ingresar muy pocos elementos, en parte para neutralizar influencias del exterior. Un poco con la misma lógica con la que se inventó el cuarto oscuro que empleamos en nuestros procesos electorales. Pero el mundo no desaparece y por esto y las variables geopolíticas siguen jugando. Pero lo hacen en el marco de todos los aspectos y dimensiones mencionadas: las creencias y la fe de los cardenales, los alineamientos políticos y teológicos y, por supuesto, las diferencias regionales y culturales.
Una vez que los cardenales se reúnen y a puertas cerradas comienza la votación, cada uno vota por una persona para que sea Papa. En la misma Capilla Sixtina instalan la chimenea donde queman las papeletas de cada voto. Por lo general, la primera votación que se realiza es muy dispersa. Luego, hacen cuatro votaciones por día y se van emitiendo las señales por la chimenea para comunicarlo al público. Cuando ningún candidato consigue los dos tercios de los votos, se emite humo negro por la chimenea, en cambio, cuando un candidato consigue los dos tercios, sale humo blanco y se da por sentado que hay nuevo Papa.
Fumata negra y fumata blanca
El uso de señales de humo para comunicar los resultados de los cónclaves papales comenzó a formalizarse en el siglo XIX, cuando se quemaban las papeletas de votación junto con paja húmeda y alquitrán, lo que generaba un humo negro producto de la combustión incompleta. “En ese momento la aparición del humo simplemente indicaba que aún no se había elegido al nuevo Papa, sin que existiera una distinción clara como la que conocemos hoy. Fue a comienzos del siglo XX cuando se estableció oficialmente el uso del humo negro para señalar que no había consenso y del blanco para anunciar la elección de un nuevo pontífice” relata Mauro.
Sin embargo, la técnica presentaba problemas, ya que las tonalidades del humo podían resultar confusas, especialmente cuando tendían al gris, lo que generó incertidumbre en cónclaves como los de 1939 y 1958. Para evitar nuevas ambigüedades, el Vaticano implementó en la década de 1970 mezclas químicas específicas que garantizan la diferencia entre ambos colores, asegurando así una comunicación más precisa. “Sin ir más lejos, el primer día del cónclave un incendio en Roma generó un humo blanco que confundió a muchos”, indica el historiador.
De Francisco I a León XIV
En contra de lo que se suponía en su momento y de los pronósticos de los expertos, el papa Francisco I pudo realizar diversos y significativos cambios en la Iglesia y fundamentalmente en el Vaticano, que venía de atravesar una de las peores crisis institucionales de su historia contemporánea, caracterizada por escándalos por abusos, desconfianza y una gran disminución de fieles.
“Desde el año 2013 sus numerosos comunicados papales, las entrevistas y los viajes, lo convirtieron en un líder escuchado a lo largo y ancho del mundo. Además, su apuesta por una “cultura sinodal” y una Iglesia de “puertas abiertas” así como la profundización del proceso de des-europización -y en cierto sentido, desvaticanización- del catolicismo, con el foco puesto en las “periferias”, han reconfigurado las relaciones de fuerza al interior de la Iglesia. También, claro está, han aumentado las tensiones al punto de que cardenales como Gerhard Müller insinúan que no pueden descartarse rupturas o cismas”, explica el historiador.
“León XIV tendrá entre sus principales tareas mantener esas posturas bajo control y evitar que las fuerzas centrífugas crezcan al punto de volverse incontrolables. Sabe perfectamente a lo que se enfrenta, porque era una persona de confianza de Francisco y desde el 2023 estaba al frente del Dicasterio de los Obispos, unas de las oficinas más significativas y estratégicas dentro del Vaticano. De todos modos, todo lo que podemos afirmar ahora es en buena medida especulativo, porque cuando un cardenal se convierte en papa, en cierto modo “vuelve a nacer”, explica el historiador.
Continuidad y templanza
“Que elijan un nombre va mucho más allá de un mero aspecto ceremonial. Y, en este sentido, creo que, con todos los recaudos del caso, la elección de Robert Prevost por el nombre León XIV, así como su utilización de una vestimenta más tradicional o, como se supo en estos días, que vivirá en el Palacio Apostólico -Francisco había decidido permanecer en el hotel del Vaticano de Santa Marta- apuntan ya, desde el comienzo, a morigerar las tensiones. En parte porque, en principio, está claro que se trata de un papa en continuidad con Francisco, con una agenda social parecida y, aunque norteamericano de origen, es peruano por elección y muy crítico con las políticas anti inmigración del trumpismo”, ahonda Mauro.
El historiador indica que el nuevo pontífice, en su primera intervención pública, para despejar cualquier tipo de duda, agradeció a Francisco y habló de sinodalidad y de una Iglesia para todos. Y agrega el investigador: “Su perfil estaba entre los más rechazados por la derecha radical en Estados Unidos, así como por algunos católicos estadounidenses del sector conservador o el ala tradicionalista que lo consideraban como una de las peores opciones posibles. Con estos gestos y guiños a la tradición y a la historia de la Iglesia, pienso que León XIV está enviando un mensaje de unidad a la Iglesia y ofreciendo algo así como una prenda de paz”.
El camino que inició Francisco va a mantenerse, pero con un tono, tal vez, algo más “tradicionalista” en las formas y un estilo más cauto a la hora de declarar y mirar la historia de la Iglesia, sostiene Mauro y agrega que en algunos meses tal vez haya alguna precisión sobre la orientación que puede seguir. Por otro lado, indica el investigador que no es algo extraño en la historia de la Iglesia que -tal cual lo analiza Diego Mauro y Vicente Díaz Burillo en el libro “La Invención del papado contemporáneo”- a los papados muy transformadores suelen seguirle papados más moderados. “No digo que sea el caso, porque Prevost es un hombre consustanciado con la orientación de Francisco, pero sí que, al menos en este momento, tengo la impresión de que él comprende que para seguir avanzando necesita mantener un perfil más bajo y un estilo de comunicación más templado. El tiempo dirá si con eso le alcanza para evitar la profundización de los conflictos internos”, finaliza.
El libro
Recientemente los historiadores Diego Mauro (Argentina) y Vicente Jesús Díaz Burillo (España) publicaron un libro sobre la historia del papado: “La invención del papado contemporáneo. De Pío IX a Francisco (Madrid, Catarata, 2025) de Vicente Díaz Burillo y Diego Mauro, que se va a presentar el miércoles 21 de mayo de manera híbrida, a las 13 horas (Argentina) y 17 horas (España). Participan los autores y José Ramón Rodríguez Lago (Universidad de Vigo, España) y Natalia Núñez Bargueño (Universidad KU Leuven, Bélgica).
Por Ana Paradiso - Investigaciones Socio-históricas Regionales (ISHIR, CONICET-UNR)