Placer y Justicia
Epicuro comienza su actividad filosófica en Lámpsaco, desde allí se dirige a Atenas, que era, como es sabido, el centro intelectual de la época, y se ubica en las afueras de las murallas de la pólis, en una casa con un jardín, luego conocido como el Kêpos. “Siempre me interesó Epicuro por cierto carácter que tuvo —ya desde la antigüedad— de ser un autor polémico y se le concedió, de alguna manera, una fama sospechosa” indica Navarro y agrega que el pensador griego consideraba que el bien último, es decir el principio y el fin de todas las acciones, de todos los seres humanos, era el placer. Pero no se trataba del placer voluptuoso, ya que el Maestro del Jardín, despreciaba el exceso. En este sentido Navarro aclara: “es una filosofía hedonista singular puesto que, sin dudas, interviene el placer sensitivo aunque mediado por la razón, la cual opera en todos los hombres por un método de conocimiento como medio para establecer argumentos científicos”.
“Lo que mi tesis indaga es el concepto de justicia de Epicuro” señala el Mag. Navarro y añade “Hay quienes lo acusaban, como Plutarco y Cicerón, de estar totalmente desinteresado por la política, por ejemplo, cuando aconsejaba vivir ocultamente. Sin embargo, al contrario de verlo alejado de la reflexión sobre la política, nos encontramos con las Máximas Capitales, que refieren directamente a la justicia y en esa referencia aparece la noción de acuerdo. Hay justicia puesto que los hombres dotados de lenguaje podemos acordar y convenir. Eso a mí me cautivó como propuesta. Por otro lado, también consideraba que la justicia hay que pensarla como aquello que pactamos por un tiempo y en un contexto cultural determinado, es decir, con las limitaciones que nos impone un horizonte histórico-cultural. Entonces, el filósofo del Jardín piensa que la justicia es algo sobre lo que siempre hay que volver a meditar para establecer nuevos acuerdos”.
“Por otra parte, lo que me asombra de la lectura que hicieron autores posteriores a Epicuro, como por ejemplo el poeta epicúreo romano Lucrecio, es que existe una capacidad adaptativa en los hombres, la cual les permitió la aprehensión de la naturaleza y el desarrollo de una serie de estrategias cognitivas que van desde la aparición del lenguaje hasta el desarrollo de la ciencia. Entonces, es posible sostener que Epicuro pensaba —Lucrecio lo reafirma en De Rerum Natura— en un progreso de la humanidad, que se evidencia, entre otras, en la capacidad de contratar, que tenemos los humanos y de fundamentar la justicia” explica Navarro.
Todo el libro se dedica a revisar la relación que hay entre naturaleza y convención, cuáles son las disposiciones naturales y cómo interviene la convencionalidad. Tal como lo indica Navarro, “En un momento en que se pensaba que el lenguaje era convencional, en cambio, Epicuro sostuvo que el lenguaje tiene un momento que es natural —parece que se trataría de un lenguaje inarticulado, de las primeras formas en que los hombres intentaban comunicarse o por gestos o por formas no articuladas—, hasta la estructuración convencional del lenguaje, que está relacionado con la capacidad cognitiva de los hombres y con el desarrollo del método de inferencia —central para la filosofía epicúrea—. La capacidad que tenemos de conocer mediante el lenguaje tiene que ver con el método de inferencia, es decir que con determinados signos se puede avanzar en el conocimiento. Cuando uno revisa la totalidad de las fuentes epicúreas, aparece este aspecto de disposiciones naturales a partir de la cual los hombres mediante actos convencionales construimos artefactos diversos, uno de ellos la justicia para una comunidad humana”.
“Lo que me sigue conmoviendo de Epicuro es la universalidad de su mensaje filosófico, él está convencido de que una filosofía es vana y resulta absolutamente vacía, si no logra curar aquello que en los hombres siempre provoca la turbación como son los miedos a los dioses, —siempre nos aterra no saber sobre las fuerzas sobrenaturales—; la muerte; y el dolor”, indica Navarro.
El epicureísmo
El epicureísmo tuvo un despliegue inusitado, resulta de interés recordar que surgió en Atenas, se divulgó por lo menos hasta Licia —actual Turquía— y, finalmente, ingresó a Roma durante el Imperio. Al respecto el Mag. Fernando Navarro señala que la fuente principal para su estudio es Diógenes Laercio —el doxógrafo de la Antigüedad, en su Vida de filósofos ilustres—, lo llamativo es que de la totalidad de su obra, le dedica a Epicuro el libro X completo. Además, testimonia que fue un autor prolífico, sin embargo, sólo quedaron tres epístolas: la de Heródoto, que es una explicación del naturalismo —las reflexiones sobre la filosofía de la naturaleza—; la carta a Pítocles —una carta destinada a explicar qué son los fenómenos celestes y las razones por las cuales no debemos angustiarnos con ellos—; la carta a Meneceo —exposición de los puntos centrales de su ética—; y las Máximas Capitales, una especie de reflexiones breves destinadas a ser memorizadas por sus discípulos. Asimismo, resulta interesante que en el siglo XVIII se haya encontrado la Villa de los Papiros —antigua ciudad romana de Herculano—. Allí, cerca de Pompeya, luego de que la lava del volcán Vesubio dejara todo carbonizado, quedó una biblioteca perteneciente a la casa de los Pisón. Hacia fines del siglo XIX, se comenzó el trabajo arqueológico. Luego, la decidida acción de Marcello Gigante, uno de los más grandes helenistas del siglo XX, promovió todo un trabajo de reconstrucción de esos papiros y su estudio filológico con metodología moderna, el cual continúa y es difundido a través de la revista Cronache Ercolanesi, allí se renuevan las discusiones acerca de los problemas de la filosofía epicúrea.
Fue muy importante también la recepción que tuvo Epicuro en la Modernidad, se destaca la tesis doctoral Diferencias entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y Epicuro que en 1841 escribe el joven Karl Marx y se publica póstumamente en 1902. “Para el momento histórico en que Marx la escribe, esta tesis tiene gran importancia y revaloriza el aspecto material de Epicuro, en contra de las filosofías platónicas o aristotélica que ven en el eidos (Idea/Forma) el fundamento ultimo de lo real y el carácter filosófico no determinista.” subraya Navarro.
El camino hacia el libro
“El libro empezó hace mucho tiempo, cuando estaba finalizando mi formación en griego, la profesora Lena Balzaretti me invita a un taller de traducción, ese año era sobre Epicuro, ella lo iba a coordinar junto al especialista de la Filosofía Antigua, en particular de Helenística, el Dr. Marcelo Boeri. Luego, espontáneamente se formó un grupo que durante el 2001 y parte del 2002 nos dedicamos a la traducción de una de las cartas que queda de Epicuro, que es la carta a Meneceo. Un buen azar fue ese taller porque mi maestra Lena me estimuló al estudio de la filosofía epicúrea. Ella luego fallece, pero antes me hace prometer que yo iba a escribir una tesis sobre Epicuro, por eso, este libro tiene que ver también con promesas a personas que son maestros porque confiaron en cosas que ni yo veía de mí mismo”.
Mi trabajo siguió centrado en Epicuro, para profundizar diversos aspectos de su filosofía. En el año 2009, cuando ingresé a CONICET en calidad de secretario administrativo, quien era la Directora, la Dra. Marta Bonaudo, estimuló a que continuara mi formación y luego de mi incorporación a la carrera de CPA, la actual directora, Dra. Sandra Fernández, el Vice-Director Dr. Darío Barriera, alientan mi investigación, en esta área de filosofía antigua.
En el momento de la escritura de la tesis, para finalizar la Maestría en Ciencias Sociales y Humanas con mención en Filosofía Política y Social, en la Universidad Nacional de Quilmes, hubo otra buena fortuna como fue la renovación de los estudios del epicureísmo. Desde los años 2003-2004, comienzan a editarse nuevas traducciones de especialistas de Italia, Francia y Alemania; surgen nuevas investigaciones, que focalizan sobre aspectos no elucidados todavía de la filosofía epicúrea. De esta manera, la producción de artículos de revistas, nuevas traducciones y de libros consolidaron esa renovación en el campo de los estudios acerca de Epicuro y el epicureísmo.
La tesis fue dirigida por el Dr. Mariano Garreta Leclercq, investigador de CONICET, miembro del Instituto de Filosofía "Ezequiel de Olaso", y codirigido por la especialista en filosofía antigua, Dra. Ivana Acosta (UBA/UCA), quien también escribió el generoso prólogo del libro. El Mag. Navarro agradece las observaciones y sugerencias del jurado integrado por las Dras. Viviana Suñol (IDIHCS/CONICET), Juliana Udi (CONICET/UBA-UNQ) y Malena Tonelli (UBA/UNLP). De modo especial reconoce a la Dra. Viviana Suñol y al Dr. Julián Gallegos (UBA/CONICET) director de la colección Estudios del Mediterráneo Antiguo – PEFSCEA (Programa de Estudios sobre las Formas de Sociedad y las Configuraciones Estatales de la Antigüedad), quienes mediaron ante el editor Gerardo Miño para que incluyera este escrito en su catálogo. Este libro tuvo también la colaboración de una amiga poeta, Sonia Scarabelli, “Me ayudó a leer el manuscrito y a tratar de volverlo a pensar, le agradezco para siempre, porque eso se hace por un gesto incalculable de philía —amistad— el mayor bien de la vida feliz como enseñaba Epicuro”, concluye el Mag. Fernando Navarro.
Por Ana Paradiso
(ISHIR, CONICET-UNR)