La Dra. Laura Cardini es antropóloga, docente titular de la cátedra Sistemas Socioculturales Americanos en la carrera de Antropología de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR), investigadora adjunta del CONICET e integrante del ISHIR (CONICET-UNR), en donde coordina el Centro de Estudios de las Realidades Culturales Americanas (CERCA).
Cultura y políticas culturales
“Como antropóloga entiendo al término cultura como el núcleo central desde el cual se despliegan teorías, corrientes, metodologías y múltiples experiencias de investigación y de acción política” comienza explicando Laura Cardini.
Respecto de la cultura en Rosario y de la cultura como política pública, la definición tiene que ver con otras fronteras respecto de lo cultural y en este sentido Cardini indica “Los aportes que se hicieron desde la antropología como disciplina son muchos, tanto para pensar las culturas en plural y lo cultural como una dimensión muy en términos de totalidad e integralidad, como así también de un modo más acotado para pensar la producción cultural, por ejemplo, en el caso particular de Rosario y las políticas culturales que se desplegaron aquí, se trata de una esfera de tratamiento específico, sobre todo en términos de la estatalidad”.
La investigadora, además, diferencia lo que es política cultural, noción más amplia, en donde no solamente la estatalidad o las agencias del estado son las que intervienen, sino también hay múltiples actores, movimientos sociales, agrupamientos artísticos, ONG, los organismos internacionales que contribuyeron en determinados periodos a generar, construir y perfilar este campo de las políticas culturales en sí.
“Si yo tuviera que definir cultura respecto de este foco que trabajamos, es cultura en términos de estas instituciones, organigramas y acciones abocados a este campo. Un campo variopinto que a su vez involucra: al mundo artístico, a la producción cultural de múltiples sectores, que tienen que ver con una impregnación de la noción antropológica de cultura y de poder que también caló muy fuerte” manifiesta Cardini.
Lo cultural y el tiempo
La noción de cultura no es estática, fue cambiando y modificándose con el tiempo. La investigadora señala al respecto: “En algunos períodos pensar lo cultural estaba asociado directamente a la cultura de elite, o circunscripto solamente al arte y en determinado momento se pudo pasar a una noción más amplia. Ese es uno de los aportes que hace la antropología a este debate, poder pensar que lo cultural es más que el arte, más que una producción específica e involucra a todos los espacios de una sociedad”.
“Pueden ser instituciones, movimientos, la alta cultura o las culturas populares, y no hay alguien que tenga más, menos, mejor o peor cultura. La antropología contribuye en este debate a la horizontalidad, al relativismo cultural, que es otra de las discusiones, para pensar que cada sociedad, en cada caso, es la que especifica qué cuestiones son las que tienen valor para ella, qué hay que defender, jerarquizar, darle visibilidad. Y la dimensión del poder trama las condiciones en las cuales se tramitan estos procesos. Por eso un ámbito como el de las políticas públicas de patrimonio o de ciertas producciones artístico-culturales son campos de profundas disputas donde cada sector construye e instala qué es lo que quiere valorizar, patrimonializar, jerarquizar y se trata de un proceso en construcción, no es una entelequia. Desde hace décadas el patrimonio se movió de su tradicional noción de artefacto o acervo hacia una visión de proceso y de construcción social, política, económica y cultural” explica Cardini.
Trabajos iniciales y de investigación
“Mis primeras inserciones laborales fueron en un área de cultura del Estado, siempre estuve vinculada al arte, la música y el teatro. Mis actividades estaban relacionadas al trabajo junto con artesanos y artesanas, grupos de danzas, músicos y cocineras y cocineros de la zona oeste de la ciudad de Rosario, mediante relevamientos y la gestión de ferias; esto se da a finales de los ´90, durante el 2000 y en el inicio de 2001; fue parte de una experiencia muy incipiente, que luego se interrumpe en el contexto de la crisis. Esa labor me marcó mucho y tenía que ver con ciertas inquietudes en torno al trabajo de productoras y productores de la zona, en el marco de un ámbito cultural estatal, en esa tensión entre las prácticas culturales y las políticas en las cuales se insertaba ese quehacer. Después se transformó en una preocupación política-académica y fue lo que seguí investigando, mi tesis de grado trató sobre esas prácticas escurridizas, como las llamé, y más tarde, sobre producción artesanal indígena de esa zona. Ese estudio contempló un capítulo acerca de las políticas estatales, que más tarde sería mi actual línea de trabajo” cuenta la antropóloga.
El proyecto de investigación de Laura Cardini, al ingresar a la Carrera de Investigador/a Científico/a del CONICET, se centró en el estudio, desde la antropología y la etnografía, de las políticas culturales en Rosario en la década del `90. “Empecé a pensar las políticas públicas en Rosario y rastreando las fuentes la primera mención a la que arribo es en 1937, donde se menciona la creación de una primera Dirección de Cultura que funcionaría en un museo de la ciudad, hasta que un Decreto la disuelve en 1944”.
Después, para pensar lo cultural a nivel político, no tanto en términos de política cultural orgánica, algo que se corporiza mucho más tarde, en Rosario se van a dar una serie de hechos significativos. “Mi trabajo específicamente se centra en los `90 y bucear en esos años me lleva a rastrear qué pasa de la democracia en adelante, porque justamente a partir del período democrático es cuando empieza a haber un movimiento institucional respecto de lo cultural. De Dirección de Cultura se pasa a Subsecretaría de Cultura, de Subsecretaría de Cultura a Secretaría de Cultura, Educación y Turismo, y luego Secretaría de Cultura y Educación, actualmente. Todo eso se da en los 40 años de democracia. Los 90 es una década muy significativa para pensar esa ampliación y complejización que se da del organigrama en cultura en particular en Rosario”.
A partir de la apertura democrática se convoca a personas de diferentes espacios artístico-culturales y políticos para ocupar cargos en el área. La Dra. Cardini tuvo la posibilidad de entrevistar a distintos funcionarios y funcionarias del período de la democracia en adelante, procedentes de la escena literaria, editorial, teatral, musical y de sectores más cercanos al partido político en el poder local. “Dentro de la complejidad de la década, el período se inicia con una dependencia integrada por muy pocas personas, que va ir creciendo, mientras se gestan actividades significativas a nivel de trabajo territorial barrial. En 1992 llegó a haber una decena de casas de la cultura distribuidas en toda la ciudad, con un abordaje muy intenso en los barrios, junto a vecinas y vecinos, que a su vez anclaba en un trabajo que ya estaba presente en esos ámbitos” indica.
Entre las variadas actividades de este periodo se abre la primera editorial municipal y se crean centros culturales en diversas zonas. “Se trata de numerosas acciones que dan cuenta de que había una voluntad política de que el sector tuviera protagonismo, también Cultura dialogando con las demás áreas por primera vez, ahí se formaliza esta secretaría, que empieza a crecer cada vez más. En 1993 cambia la gestión, ahí pega el salto en términos de presupuesto y lugar en el organigrama. Y avanzada la década se da el proceso de descentralización político-administrativa, que lleva cierta expansión a través de áreas culturales en los distritos”.
Otro elemento para analizar la formulación de las políticas locales es la existencia de un plan estratégico en 1998, que dentro de esa plataforma contempló por primera vez a lo cultural como un aspecto jerarquizado de tratamiento de las políticas públicas. Allí se plasmaron líneas de acción que transformaron la geografía de la ciudad de modo notable y al mismo tiempo dejó en evidencia proyectos o acciones que “quedaron en el camino”.
En 2001 se produce un repliegue. “En ese momento yo trabajaba en un área descentralizada y la directiva fue: “enciérrense en la oficina”. ¿Por qué le pasa eso a las gestiones de la política pública? Por un lado, el repliegue atomizado de no articular las esferas de la política pública, algo que se intentó realizar en la práctica cotidiana de las áreas que ocupábamos, un ejemplo de esto fueron espacios feriales, acciones y dependencias que se gestaron en esos años de crisis y de nuevas alianzas políticas. Y por otro, algunas consecuencias de los cambios en la composición política que asumen las gestiones, relativa a “barrer con todo lo anterior”. Eso me marcó mucho en lo particular, y a nivel general el hecho de discontinuar programas causó muchas dificultades. Los relatos expresan que en los 90 se empiezan a escribir proyectos formalizados, que se dispone de otros presupuestos y comienzan a implementarse actividades novedosas”.
“Todavía hay mucho por investigar acerca del papel que las políticas en cultura fueron asumiendo en años posteriores, pero la investigación llega hasta 2010. Un corte artificioso pero necesario, mientras estas reconstrucciones están todo el tiempo interpeladas por el presente y las posibilidades de futuro” señala la investigadora.
Cultura y pandemia
La Dra. Cardini encaró un proyecto de investigación sobre lo que había acontecido en el sector cultural en la pandemia del Covid-19, que comenzó en marzo del 2020. “En la pandemia fue tan grande la preocupación, estábamos tan afectadas y en antropología una preocupación es capaz de transformarse en un itinerario hacia un nuevo objeto de conocimiento. Así surgió la tarea de escribir un proyecto sobre qué había pasado con el sector cultural en la pandemia junto a las compañeras de cátedra y de los proyectos que acompaño. La conflictividad, la precarización del sector cultural en cuanto a las relaciones contractuales de sus trabajadoras y trabajadores dentro y fuera del ámbito estatal, las condiciones de los espacios autogestivos y de las dependencias del Estado, por nombrar algunas, ya estaban presentes. Y la pandemia vino a exacerbar algo que eran demandas históricas del sector cultural” indica.
Surge y vuelve a surgir la problemática del reconocimiento del trabajo y la tensión de que el trabajo cultural es o no es “trabajo”. “Si se cree que la cultura es un recorte apartado de la realidad, más cercano a determinadas prácticas artísticas o como un agregado de color o espectáculo y no podemos tener una noción más amplia de cultura, ¿qué pasa con la cotidianidad de la ciudad en su vastedad?”. Rosario se caracterizó por numerosas experiencias barriales, programas y acciones, en donde se trabajaba muy articuladamente. Los trabajadores y trabajadoras también viven al interior de las instituciones una enorme soledad. Según lo recabado hasta el momento, la pandemia fue una excusa: antes de la pandemia había una intencionalidad de achicar; una muerte lenta de espacios que fueron muy importantes para la ciudad de Rosario. En ocasiones: “los espacios están sostenidos por el trabajo y compromiso de los y las trabajadoras, que aún sin políticas que planteen su quehacer los siguen manteniendo vivos y sosteniendo cotidianamente y la política sigue haciéndose ahí. Podríamos pensar en la política en acto, política del quehacer cotidiano, también ahí hay una dimensión de las políticas públicas por momentos inadvertida, por momentos decisiva y potente”. Estas consideraciones no son privativas del contexto rosarino y lo acontecido en el país y la región forma parte de las dimensiones necesarias para pensar ese complejo período de transformaciones sociales, políticas, económicas de nuestro mundo pospandémico.
Para cerrar, la Dra. Cardini retoma la noción de trabajo en cultura. “Existe esa concepción de que la labor cultural “es trabajo, pero es un gusto”, “es tan lindo que no es trabajo”; ahí hay un núcleo que no termina de despejarse y el sector está siempre disputando algo tan elemental en torno a la idea de qué es trabajo, incluso respecto de las propias políticas públicas de otras esferas. Esto es llamativo dada la vasta tradición organizativa que los campos artístico-culturales traen en su interior.
“Si todas las políticas públicas, en este caso culturales, pudieran contemplar estas dimensiones de escuchar a los propios involucrados e involucradas, reconocer el papel de las formas organizativas generadas por los movimientos y el sector en el transcurso de su historia local, sostener las experiencias previas en materia de políticas y gestión de lo cultural y; propiciar un trabajo articulado entre distintos niveles, escalas y temporalidades; quizá la situación sería distinta frente a una sociedad que no se va a salvar en soledad, ni recortando más todos los ámbitos de la vida” concluye Laura Cardini.
Por Ana Paradiso
Comunicación ISHIR (CONICET-UNR).