“En la madrugada del 24 de marzo de 1976, un fotógrafo de la revista “El Descamisado”, toma una imagen de la Plaza de Mayo vacía, en las primeras horas del golpe de estado argentino. Luego, guarda esa foto, rollos sin revelar, y fotografías de épocas anteriores, las pone en un bolso y lo sube a un vagón postal del tren que une Buenos Aires y Tucumán. Entonces, ese bolso, con todo el material, va y vuelve de Buenos Aires a Tucumán, durante muchos años, hasta que, hacia fines de la dictadura, el fotógrafo se anima a ir a buscarlo, y lo vuelve a esconder. Cuando en los últimos años de la década del `90 se crea “Memoria Abierta”, una central de archivos de numerosas organizaciones de derechos humanos, el fotógrafo decide que ese es un lugar confiable donde podía donar su material. Ahí se revelan por primera vez algunas de sus fotos y se reencuentra con esta imagen, de la madrugada de la Plaza de Mayo, vacía” cuenta Cora Gamarnik (UBA-FLACSO), durante el seminario que dictó en el CONICET Rosario, el viernes 9 de septiembre.
Esa anécdota, esa realidad que muestra la fotografía, es una parte del corpus que Cora Gamarnik reunió y analizó en el marco de una investigación que llevó a cabo sobre “Fotoperiodismo y dictadura” y que compartió en la sesión inaugural del Seminario Permanente de Historia Social del Pasado Reciente del Instituto Investigaciones Socio-Históricas Regionales (ISHIR, CONICET-UNR), coordinado por Gabriela Aguila, investigadora independiente del CONICET.
Hacer camino
Al respecto del inicio de su investigación, Cora Gamarnik explica “Se generó a partir de la ausencia de trabajos académicos que relacionen la historia con la imagen. Parecía mentira, por lo que significa la imagen en la construcción de la historia, pero la verdad es que nadie había analizado en particular la historia desde las fotografías de la prensa. Dejar de lado las imágenes es dejar de lado gran parte de lo que hace la prensa, ni hablar de las revistas ilustradas, que cuentan especialmente la forma de editorializar, de pensar, de poner en página sus opiniones a través de imágenes”.
En un primer lugar, Gamarnik se dedicó a trabajar con lo que sucedió con las imágenes del golpe de estado que aparecieron en los diarios y revistas de tirada nacional, como La Nación, Clarín, Gente y las otras revistas de la editorial Atlántida, entre otros. “Me interesaba saber ¿Qué podía ver masivamente el público lector de prensa, que al menos compraban alguno de los diarios o miraban en los quioscos tapas de diarios y revistas, el lector común, cualquier persona del país en ese momento? Los grupos que no estaban vinculados a sectores militantes, que no tenían información sobre lo que estaba sucediendo en ámbitos políticos, esas grandes mayorías silenciosas. ¿Qué podían ver, como se podían informar?” reflexiona Gamarnik.
Para llevar a cabo esta etapa del estudio, la investigadora estableció tres ejes. “El primer eje, de la legalidad, es el proceso militar en fotos. Los mismos recursos que las revistas tuvieron durante toda su historia para mostrar cualquier evento que contasen de manera sensacionalista, lo usaron para el golpe de estado. El tema de la legalidad fue muy fuerte porque a simple vista, por ejemplo la imagen de la junta militar jurando no muestra algo distinto a lo que es una asunción presidencial por elecciones, hay que reponer con el texto que hay algo anormal en esa asunción, hay algo que es una jura no por la Constitución Nacional, sino por el acta del Proceso de Reorganización Nacional, que deroga el Congreso de la Nación, los partidos políticos, las universidades, prohíbe la actividad política, la actividad gremial. Todo eso no está, la imagen no lo dice. La foto muestra algo ordenado, un traspaso de poder. Todo el peso de la imagen estuvo centrado en darle una sensación de legalidad a esa toma de poder” explica.
Con respecto al segundo eje, Gamarnik empezó a rastrear en la prensa la construcción de la propia imagen de Jorge Rafael Videla, y eso se encontró desde mediados de 1975, cuando las imágenes comenzaron a ridiculizar la figura de Isabel de Perón y a todas las figuras políticas. “Aparece todo el sector político sin respuestas, agobiado, cansado, y lo que empieza a surgir fuertemente es la figura de Videla como un militar profesional, moralista, honorable, que respeta los valores cristianos, que defiende las instituciones. Comenzaron a humanizar a quienes luego iban a ser parte de la Junta Militar. Lo que me interesaba de eso, para cuando pensemos en los apoyos masivos, es que también tengamos en cuenta estas construcciones que hizo la prensa” destaca Gamarnik.
Como último eje, Gamarnik señala “la normalidad” y al respecto agrega “¿Cómo se entera la gente del golpe? Las fotografías muestran a los ciudadanos tranquilos, leyendo los diarios, Isabel de Perón cae, la gente está tranquila”.
“Con respecto a la idea normalidad que se pretendía instalar, la revista Gente es la que hace la mejor construcción en términos de imagen, porque muestra bajo el título “El país después del 24”, un paralelismo entre “Ayer”, y en la imagen aparece un subsuelo, a escondidas, secreto, con armas, y “Hoy”, con una foto que muestra un soldado en Plaza de Mayo, dando de comer a las palomas. El soldado está a cara descubierta, parece amable, es joven, tiene un arma pero no amedrenta, no va a molestar, no parece que la fuese a usar. Esa es la construcción de lo militar que se podía ver en esos días en la prensa masiva. Por supuesto, con todos estos fáciles símbolos de decodificación se muestra quien trae la paz, y claramente según la imagen son los militares, a partir de la foto de un soldado le da de comer a las palomas, símbolo de la paz por excelencia” narra Gamarnik.
La investigadora, con respecto a la imagen de la izquierda, “Ayer”, indica “¿De donde eran las armas? La foto fue publicada descontextualizada y sin información, las armas estaban en el Ministerio de Bienestar Social, pertenecían a José López Rega y luego pasaron a manos de los grupos de tareas. Cuando se contrasta la prensa con los datos históricos duros, vemos claramente las estrategias de construcción de sus discursos”.
Mirar desde otro lugar: el aporte de los fotógrafos
Después de hacer esa primera parte trabajo, a Gamarnik le interesó conocer qué podían hacer los trabajadores de esos mismos medios que apoyaron a la dictadura, aún dentro de sus actividades laborales. “Me puse a pensar desde el lugar de la agencia, problematizando también el lugar de la resistencia, trabajando y tironeando desde esos conceptos. Lo que hice fue buscar qué hicieron los fotógrafos y que otras imágenes generaron” cuenta.
Gamarnik fue encontrando distintas fotografías que captaban momentos que la dictadura no había mostrado. “Parte de mi investigación fue a través de la voz de los fotógrafos, que fueron espectadores privilegiados de los acontecimientos históricos, que tienen como parte de su profesionalidad una gran movilidad pero al mismo tiempo son prácticamente invisibles, no son los actores sociales directos y muchas veces los dejaron estar, realizar su trabajo. También fueron luego blancos de represión. Algunos tenían experiencias militantes, algunos por contagio con sus propios compañeros, empezaron a tomar imágenes que relataban algo de lo que la dictadura no daba a conocer o directamente ocultaba. Sacaban fotos, no revelaban en sus lugares de trabajo, o bien las revelaban, pero sacaban el negativo y se las llevaban a sus casas” indica la investigadora y destaca “Algunas de las fotos que se pudieron sacar en dictadura, se lograron conocer recién hace unos años”.
Mostrar a las madres
“Las madres de Plaza de Mayo, como ícono, como símbolo tuvieron una fuerte apoyatura en la imagen. Ellas entablaron una relación afectiva muy entrañable con un grupo de fotógrafos a quienes llamaban personalmente y le avisaban sobre las acciones que iban a hacer, y ellos, en medio de sus coberturas, a veces podían pasar y tomar algunas fotos de sus rondas. “Se trataba de fotógrafos de diversos medios y agencias que después les entregaban las fotos a las Madres y ellas de esa manera empezaron a tener registros de sus acciones. Ellas tenían una necesidad muy fuerte de visibilizarse para así denunciar la desaparición de sus hijos” explica Gamarnik.
“Los pequeños gestos de los fotógrafos colaboraron muchísimo para que hoy podamos contar la dictadura de otra manera. Esto nos habla también de los intersticios de posibilidad de acción que existen aún en las épocas tan difíciles que se vivieron”.
Por Ana Paradiso
CONICET Rosario
*Cora Gamarnik es Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Profesora titular de la materia Didáctica de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y Profesora asociada de la Universidad Nacional de Moreno, a cargo de la materia Teoría de la Comunicación. Docente de la maestría en Historia Contemporánea de la Universidad Nacional de General Sarmiento en la material “Historia, imagen y recursos audiovisuales”. Investigadora de la UBA con el tema “Historia del fotoperiodismo en Argentina”. Co-directora del proyecto UBACYT “Políticas de consenso y tácticas de resistencia. Producciones culturales en dictaduras y pos dictaduras en América Latina” Periodo 2014-2017.