Un cerro, un fogón, una ronda, banderas, música, mapuches, tehuelches, científicos, una piedra por persona, y debajo de cada piedra que cada visitante posa sobre la pila, la historia de una comunidad que, de la mano de la ciencia, se reencontró con sus raíces. En el cerro Loma Torta, desde 2013, reposan huesos, objetos y el ajuar funerario de miembros de la comunidad Ceferino Namuncurá- Valentín Saygüeque. La restitución se produjo tras un estudio que hizo un grupo de antropólogos, arqueólogos y biólogos investigadores del CCT Centro Nacional Patagónico (CENPAT) del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), que volvió a visitarse por la comunidad y los científicos en el marco de las X Jornadas de Arqueología celebradas en agosto pasado en la Patagonia.
Todo comenzó en 2008, cuando una vecina de la localidad patagónica de Gaiman entregara huesos astillados que halló en la cumbre del cerro Loma Torta. Los huesos estaban en estado de destrucción, debido a que en el sitio funcionaba un circuito de motos Enduro. Los investigadores, entre los que se encontraba Julieta Gómez Otero, antropóloga e investigadora independiente del CONICET en el CENPAT, trabajaron en su identificación durante casi cinco años, y una vez realizado el trabajo científico, el material biológico se restituyó a los miembros de la comunidad de origen. De allí, los miembros de Ceferino Namuncurá- Valentín Saygüeque los trasladaron a lo alto del cerro, el sitio sagrado.
Los restos encontrados en el cerro incluían huesos completos o fragmentados, y materiales culturales como artefactos de piedra, pequeñas cuentas talladas en valvas de moluscos, en guijarritos horadados y un disco de bronce o cobre, de unos tres centímetros de diámetro. ¿En qué contribuyó la ciencia? A partir de los estudios realizados en el laboratorio pudieron obtenerse pistas de sus modos de vida e información variada: desde cómo era su estilo de vida, sus costumbres, hasta el sexo de los individuos en caso de encontrar cráneos o pelvis, la edad al momento del deceso, y otros indicadores de salud y alimentación.
Incluso, entre los restos fragmentarios, pudieron distinguirse a seis niños menores de cinco años y un feto de alrededor de veinticinco semanas de gestación, que sugirió a los científicos la presencia de su madre dentro del resto de los huesos. Los investigadores pudieron inferir, también, que la población era cazadora recolectora, con alta actividad física, sin estrés alimenticio de acuerdo a los estudios paleopatológicos realizados, y con buen estado de salud: un ejemplo de cómo la ciencia puede contribuir al ejercicio de la memoria y a la reconstrucción histórica de nuestras raíces.
Fuente: CONICET